Arte: Gary Kelley

El gato tuvo un gran significado en la cultura del antiguo Egipto.

Se le consideró una divinidad, reencarnación del dios Ra  y luego de la diosa Bastet.

Gatos en Egipto antiguo-Óleo por Edwin Long, 1878

Los antiguos egipcios destacaron por tener numerosos animales de compañía y por el particular afecto que sentían por ellos.

El célebre historiador griego Heródoto de Halicarnaso, que visitó Egipto a mediados del siglo V a.C., subrayó que «los animales domésticos eran abundantes» y dio testimonio de la gran desolación que la muerte de una mascota producía entre los habitantes de la casa; éstos se depilaban las cejas en signo de aflicción cuando moría su gato, y se afeitaban todo el cuerpo, incluida la cabeza, si el que moría era un perro.

No es extraño, por ello, que desde el Imperio Antiguo (2686-2173 a.C.) los egipcios se hicieran representar junto a sus mascotas en los muros de sus tumbas, en las estelas funerarias y en los sarcófagos.

El poder mágico y religioso que se atribuía a la imagen en el Egipto faraónico (ya fuese en forma de escultura, relieve o pintura) aseguraba que el dueño y el animal que él quería, así representados, siguieran gozando de la mutua compañía en el Más Allá.

Gracias a estas imágenes podemos conocer muchos detalles sobre la presencia de las mascotas en la vida diaria de los egipcios, sobre las características de las especies y razas de la fauna que entonces vivía junto al Nilo, sobre la domesticación de animales y sobre las prácticas veterinarias.

Animal sagrado entre todos, el gato es objeto de un culto particular en Bubastis, capital regional del delta del Nilo. A él están dedicados la mejor fiesta del calendario egipcio y el templo más hermoso. En su recinto, una multitud de gatos sagrados y de gatos sacerdotes viven en jauría y se reproducen a voluntad, respetados, colmados de ofrendas, pero expuestas a periódicos sacrificios -se elige de preferencia a los cachorros, debidamente bendecidos, momificados y luego vendidos como reliquias sagradas. La ciudad también comercia con estatuillas y amuletos.

Herodoto describe las festividades que rodean a la diosa: «Barcazas y barcos de todo tipo, repletas de hombres y mujeres, flotaban tranquilamente a lo largo del Nilo. Las mujeres interpretaban música en címbalos y tamboriles y las que no tenían instrumentos las acompañaban con palmas y danzas. En pocos días se bebía más vino de la viña que en todo el resto del año. Así era el festival y, se dice, no menos de setecientos mil peregrinos celebraban la fiesta de Bast, al mismo tiempo». Se creyó que el «padre de la Historia», testigo del acontecimiento en el siglo IV antes de Cristo, había engrosado el número de peregrinos para exagerar la importancia del suceso, pero recientes excavaciones arqueológicas hacen justicia con el historiador griego.

Los faraones dictaban leyes protectoras de los gatos, encarnaciones de Bastet: un hombre que mata un gato, incluso por accidente, podía ser condenado a la pena capital…

Más rica es la familia, más faraónicos son los funerales y más suntuoso el sarcófago. Lauchas embalsamadas acompañan al difunto felino en su otra vida para saciarlo y divertirlo.

A fines del siglo XIX, se descubrió en Tell Basta (ex Bubastis) un cementerio con 300 mil momias de gatos: cuerpos vendados, cara cubierta con una máscara.

Gatos momificados de Egipto. British Museum

[El fin del Egipto independiente -por la llegada de los persas-] fue también el fin de la Edad de Oro para el gato. Los persas lo veneraron pero mucho menos que los egipcios. Y los griegos y romanos de la Antigüedad fueron netamente menos sensibles a la gracia felina y los usaron sobre todo para cuidar las reservas de trigo, aun cuando los romanos ya contaban con comadrejas domesticadas, muy buenas cazadoras de ratas.

Después de lo mejor, el gato conocerá lo peor. Evidentemente, es un animal suscita adoración y odio, pero nunca indiferencia.

Tras ser tratado como un dios, el gato pasó a ser un animal impuro para el judaísmo y no se recomendaba para la convivencia con niños en la casa.

Más tarde fue apreciado por su eficacia para mantener a las serpientes y ratones alejados de las viviendas.

De hecho en la edad Media el gato era a menudo cazado y asesinado porque se asociaba con la malicia y lo demoníaco.

Entre los vestigios encontrados en el predio de la capilla construida por Saint-Louis en el siglo XIII, había gatos momificados: el protocolo que regía por entonces las inauguraciones de monumentos exigía, para que la construcción fuese duradera, que se introdujera en las primeras piedras un gato vivo, preferentemente negro.

Tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, el gato conserva una reputación sobrenatural, heredada de los cultos egipcios. Pero su misterio y su belleza son interpretados como marcas demoníacas.

Los juicios a animales forman parte de las costumbres de la época, pero el caso del gato es particular. No es juzgado; como símbolo del Diablo, es siempre fatalmente criminal.

Pero a partir del siglo XIV, a causa de la peste, el gato empezó a ser revalorizado.


El gato en el cristianismo

¿Cuándo aparece la imagen del gato en el cristianismo? No lo sabemos bien, pero vemos representados a este felino en varias obras de arte.

Algunas veces simbolizan el mal, otras veces es solo un adorno y algunas veces es otro fiel «hermano» de la Divina Creación.

Y maldición al gato negro: compañero de las brujas o diablo encarnado, es la principal víctima de este racismo religioso. Quemado en las hogueras, crucificado en las puertas de las casas, ahogado, la raza casi se extingue.

Algunos pelos blancos bajo el cuello pueden salvar a la bestia: «marca del ángel» o «dedo de Dios». Una superstición que equivale a protección: arrancar un pelo blanco trae suerte. He ahí por qué la mayor parte de nuestros gatos negros no son totalmente negros; llevan un pequeño medallón blanco, recuerdo de una vieja y trágica historia.

Pero todavía hoy, el gato de raza Bombay, aun llevando orgullosamente su color -negro, negro- está lejos de ser tan popular como al abisinio, el persa, el siamés, el birmano o el chartreu… En los refugios, el gato negro callejero sigue siendo el último adoptado y el primero eutanasiado.

La raza Bombay, de color negro intenso

Negros o no, los gatos participan de los fuegos de San Juan. El rey Luis XI va en persona a encender los manojos a los que son arrojados los gatos, gritando y debatiéndose como diablos, encerrados en bolsas. El pueblo enloquece con el espectáculo.

Enrique IV prohibirá en 1604 estas hogueras de gatos en las noches de San Juan, por pedido de su hijo, futuro Luis XIII, entonces un delfín de 3 años. Peor habrá que esperar a fines del siglo XVIII para que esta costumbre desaparezca por completo.

Otra «fiesta» es el lanzamiento de gatos. La tradición la asocia a Ypres, en Flandes. Esta ciudad textil importa la lana de Inglaterra. Los depósitos de telas atraen a las ratas que anidan allí. Las autoridades recurren a los gatos. Cumplen tan bien su misión que se multiplican. ¿Solución? En Cuaresma, arrojar gatos desde la atalaya del depósito. Ningún gato sobrevive a una caída de 70 metros. La tradición perdura hasta 1817…


Los santos y los gatos

En la vida de muchos santos el gato está presente, en aquella «hermandad de lo creado» como nos enseña san Francisco de Asís. Para algunos fue un fiel compañero, para otros un «mensajero divino».

Estas son algunas historias de santos y su relación con los gatos:


Santa Gertrudis

Comenzamos por supuesto por la patrona de los gatos, santa Gertrudis de Nivelles.

En la época medieval, muchos artistas representaban las almas del purgatorio como ratones; por lo que muchas pinturas y esculturas de la santa tenían ratones subiendo por su vestimenta o báculo de abadesa.

Con el paso de los años y la desinformación, mucha gente empezó a rezarle en el caso de infestación de roedores; incluso, se llegó a decir que el agua de su abadía servía para espantar ratones y ratas.

Por esta razón, en las últimas décadas, el fervor popular la ha asociado con los gatos.

 

Santa Clara y «hermana Gattuccia»

Se cuenta que santa Clara era muy aficionada a una gata que un día llegó a habitar en el convento de san Damián.

Un día que la santa se encontraba muy enferma, necesitaba de una servilleta y no podía moverse, por lo tanto sor Gattucia fue a buscarle una.

Mientras se lo traía la gata lo arrastraba por el suelo, al verla, la santa la reprochó, y la gatita envolvió bien la tela para que no tocara el suelo y se lo entregó.

De esta manera santa Clara dio una enseñanza, que no vale solo la buena voluntad de hacer una cosa, sino de hacerla bien.


San Ángel de Acri

Fray Ángel fue un sacerdote italiano gran predicador, famoso por sus milagros de curación y por su denuncia de la corrupción, la injusticia social, la miseria de los centros urbanos.

Predicó por todo el Reino de Nápoles, su oratoria no era ni refinada, ni moralista ya que había entendido que no ayudaba a los corazones a abrirse incondicionalmente a la conversión.

Cuando llegaba a las casas, todo era silencio, lo único que se escuchaba era su voz llena de Amor a Dios, tanto, que según dicen hasta los gatos le escuchaban, ganándose la denominación del «predicador de los gatos».


Beato Guido da Bolsena

Fray Guido da Bolsena, tenía un fiel compañero novicio: fray Mino que dicen fue enviado por Dios a acompañar al fraile que estaba muy enfermo.

Todos los días atrapaba un pájaro y se lo traía a otro fraile para que lo cocinara y le diera a su hermano enfermo.

El día que expiró fray Guido, también murió fray Mino.


San Martin de Porres

Un día san Martín encontró un gatito que maullaba de dolor en un ángulo de una bodega, el pobre animal tenía fracturada la cabeza por una pedrada.

El santo lo invitó a acompañarlo a la enfermería para curarlo y el gato lo siguió. Después de haberlo vendado y medicado, le dijo que volviera al día siguiente para continuar con la medicación.

El gato volvió al otro día obedeciendo a los consejos de su «doctor».


Santa Gema Galgani

Gema era muy admirada en vida por sus dotes místicos, y muchos querían conocerla para ver uno de sus tantos dones. A ella esto le importunaba, porque prefería vivir en la contemplación.

A este fin vino a verla un día un sacerdote, ella avisada por su ángel de la guarda, se presentó al sacerdote y se puso a jugar en modo infantil con el gato de casa.

 El gato justamente también fue enviado para ese fin, a modo de que Gema, parezca una simple chica juguetona, el sacerdote se desilusionó y se fue.


Santa Juliana de Norwich

Juliana de Norwich fue una teóloga y gran escritora mística de Inglaterra.

Vivió muchos años en reclusión voluntaria en una ermita, pero la tradición dice que su soledad fue amenizada por la presencia de un gato.

Es por eso que en muchos iconos se la ve representada con un gato.

En el siglo XVI, el pequeño felino salvaje accede al estatus de animal de compañía. Europa descubre al persa, primera raza de pelo largo. Su belleza, sumada a su rareza, atrae a las familias reales así como a la aristocracia. Las cortes se muestran acogedoras a estos gatos de lujo naturalmente exóticos, signo exterior de riqueza y originalidad, sin otra utilidad que la sentimental.

«El gato parece destacarse por no servir para nada, lo que no le impide reivindicar un mejor sitio en el hogar que el del perro», dice Michel Tournier (Le miroir des idées, 1994).

“El más pequeño de los felinos es una obra de arte”, escribió Leonardo da Vinci. Sus bosquejos (s.XVI)

“El más pequeño de los felinos es una obra de arte”, escribió Leonardo da Vinci. Sus bosquejos (s.XVI)

En los manuscritos de los Ensayos (1580) de Montaigne, el autor dejó grandes espacios en blanco que intrigaban a sus exégetas: era la forma del cuerpo de la gata que dormía y que su pluma evitó, para no despertarla…

Con la Guerra de los Treinta Años, los gatos y las ratas se introducen en el bestiario histórico. Cuando Luis XIII y su ministro Richelieu entran en el conflicto, sus enemigos se permiten la ironía. Es la primavera de 1640 y los españoles dejan un mensaje en la puerta de la ciudad de Arras: «Cuando los franceses tomen Arras/ las ratas comerán a los gatos».

Pero los franceses toman Arras el 9 de agosto de 1640 y replican: «Cuando los franceses devuelvan Arras/ las ratas comerán a los gatos».

Luis XIII quiere a los gatos, que son reyes en su corte, pero su ministro principal los adora. El cardenal Richelieu que ha «fulminado más que gobernado a los humanos» (Michelet) es, para los gatos, un amante sin igual, que deroga la hostilidad habitual entre los hombres de poder y esta raza insumisa.

El ocio del Cardenal, pintura de Charles Édouard Delort, c. 1885, Detroit Institute of Arts. Richelieu en compañía de sus gatos y del padre Joseph

Gran nervioso, Richelieu inventa la «ronron-terapia». Cada mañana juega con sus gatos y duerme con sus favoritos, persas o angora. En su palacio, dos sirvientes están al servicio de los gatos, alimentados con pechuga de pollo. A su muerte, sus catorce gatos heredan una casa y una pensión.

En la siguiente generación, en la corte de Luis XIV, la alta sociedad se aficionará a estos animales. La Fontaine, el fabulista nacional, erige a los animales, y entre ellos al gato, en personajes literarios: «Me sirvo de los animales para instruir a los hombres». Una docena de sus 240 fábulas están protagonizadas por gatos. En El gato, la comadreja y el conejito, denuncia a la justicia de su tiempo con un gato de doble cara que lleva dos nombres tomados de Rabelais: Raminagrobis y Grippeminaud.

“Dios inventó el gato a fin de que el hombre tenga un tigre para acariciar en casa” (Victor Hugo). Retrato de Chanoine, su gato abisinio. The British Library. Londres

Fuente: Un’amicizia coi baffi. Storie di santi e dei loro animali, Felice Rossetti; Santa Chiara e la gatta di S. Damiano. Note per la lettura di un episodio narrato nel Processo di canonizzazione, Marco Bartoli; ofmcap.org; Juliana de Norwich y los gatos, Míriam Díez; National Geographic;Infobae

2 Replies to “.historias de gatos y de santos”

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