Foto: Gabi Dakoff

«Los dos construiremos un puente para siempre
entre dos seres entre sí desconocidos
Tal maravilla anhelada es la raíz de cuanto se ve.»

-Rabindranath Tagore

En 1904, cuando Gordon Craig conoció a su alma gemela, la exótica bailarina Isadora Duncan, dijo de ella:
«Nuestro encuentro fue, antes que nada, una conjunción fascinante.

Imagínate haber estado, en un mundo con tu otra mitad, en un mundo perfecto y maravilloso; imagina que ese mundo un día se desvaneció y el tiempo avanzó hacia ti, y que luego te despertaste en otro mundo… pero tu media naranja ya no estaba ahí.

Seguro te habrías adaptado a tu nueva existencia de la mejor manera posible.

Pero entonces, de pronto, sucede lo imposible: tu otra mitad aparece parada al lado de ti; llegó por fin, luego de todos estos siglos y luego de atravesar tantas montañas y ríos y mares… y ella está aquí y aquí estoy yo.

¿No es maravilloso?… ¡Cómo gritamos de contentos cuando nos vemos!»

Al comentar su encuentro con Craig en Berlin, Isadora dijo que tuvo noción de su presencia toda la noche (él estaba sentado en la primera fila).

Cuando terminó la actuación se le acercó «un ser hermoso».

Pero estaba furioso, la acusaba de haberle robado la idea y la puesta en escena, le dijo que era «la encarnación viviente de todos mis sueños».

Isadora le contestó que no, que de hecho era todo invento de ella, que se le había ocurrido cuando tenía cinco años.

Craig seguía insistiendo con que todo eso le pertenecía a él, que ella era la imagen misma de la bailarina que él había soñado para representado para su creación.

Al parecer, el misterio se develó cuando ella se enteró de que él era el hijo de Ellen Terry, uno de los ídolos que Isadora tuvo en su niñez, su ideal de femineidad.

Craig trató de distanciar a Isadora de su familia para que se fuera con él.

«Como hipnotizada», se dejó poner la capa y dejó que él la llevara. Cuando llegaron a su estudio, ella declaró más tarde:
«…Henchida de un amor ardiente y repentino, me eché a sus brazos con el impulso y el magnetismo de un temperamento ansioso por estallar. En su persona descubrí la carne de mi carne, la sangre de mi sangre. Apenas empecé a deleitarme con su belleza ya me sentí atraída hacia él, fundida en su persona. Así como una llama se une con la otra, nosotros ardimos en un fuego esplendoroso. Ahí, por fin, estaba mi compañero, mi amor, mi yo, porque no éramos dos sino uno, ese ser asombroso que menciona Platón en su Banquete, dos mitades de una misma alma… Fué el encuentro de dos almas gemelas…»

Un compañero del alma que nos ayuda a crecer y que está para enseñarnos la lección más difícil.

Es una experiencia inconfundible.

Un mar de lava ardiente y fría a la vez que nos ilumina y nos libera.

Es una sensación eléctrica, que nos deja paralizados y sin aire mientras abrimos todo nuestro ser.

-Judy Hall


«Sé que en mis vidas por vivir
mi arrepentido corazón va a doler y arder
venerará sin remedio
a aquella que rechacé ayer
y temblará al ver que otro a su lado
tendrá el amor que ella me dio y yo rehusé…»

-John Masefield

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