
¿Se puede acaso escribir desde el corazón?
¿Si vemos el corazón como un río del que mana la vida y el lenguaje, entonces sí es posible cantar desde el corazón, escribir lo oscuro desde su guarida secreta?
El verbo cantar -casi siempre- ejemplifica un sonido armonioso.
El reino es el territorio del espíritu.
En poesía no todo es claro como el agua, lo sabemos.
El lenguaje con su torre metálica de filtros se interpone con frecuencia en la sensibilidad y la elocución.
Algunos poetas se quedan en la torre metálica echando solo humo, y buscando inútilmente la soledad del yermo.
(…)
El poeta escribe en contra de los tiempos oscuros.
La poesía no sana, pero abre puertas, ventanas, y
sobre todo deja entrar la belleza de las palabras al corazón.
La poesía también es dolor y alegría, amor o desengaño, pero más allá de todo,
es música y espíritu.
César Vallejo escribió desde el corazón con un lenguaje del tamaño de una montaña.
Pocos poetas nos conmueven.
Vallejo es oscuro y conmueve.
A veces es un río cristalino o un pozo oscuro como el de Goya.
¿Se puede escribir desde el corazón siendo oscuro?
(…)
La piedra resuena como un tambor:
Vallejo tiró la primera piedra.
La piedra es una metáfora de la precisión y el mito, es una señal en el camino.
La piedra es Machu Picchu y el Cusco.
La piedra es el cielo de los andes, la energía de la altura, los riscos de la costa.
El tambor es la música de la piedra.
Los países tienen sus piedras y sus esferas, pero también tienen un tambor que es la música de los ojos.
La piedra y el tambor son otra manera de comunicarnos, el nuevo baile, se sabe, no está en las palabras mismas sino en la emoción que nos producen.
Borges lo dijo primero.
Es emocionante.
El inmenso y hermoso mar peruano también es un tambor azul…»
-Extractos de «Mi único reino es mi corazón cantando , 16 poetas peruanos contemporáneos , Prólogo y selección de Miguel-Ángel Zapata» Via: https://buenosairespoetry.com
Caída libre
Que nadie nos diga que es muy tarde,
que el juego ha sido amamantado con mi vergüenza,
que es hora de despertar,
que somos la piedra que desgasta el tiempo
que la mesa está servida y que el cáñamo no florece en las tuberías,
que la duda de nombres contiguos se aviva
cuando te ocupas con oído presto a restaurar la calma en mis pupilas,
que el deber nos tiene encallados frente a frente
y la verdadera felicidad se me escapa en un nostálgico recuerdo de infante,
que debemos separarnos,
que debo doblar mi boleto y abordar el vuelo de las hojas,
sin el beso que gritaba antes de superar la barrera.
Diáspora
¿Existes? ¿Existo yo?
¿No seremos la misma persona?
¿La propia vida hablando consigo misma?
un enfoque independiente y apartado,
un ser espejado que respira aprisa
arrojándose el pensamiento solitario,
la sombra de la muerte disfrazada
que acompaña cada registro de mi vida,
el exotismo en el humano ruedo
como una planta de la misma semilla
que florece en dos extremos diferentes de la Tierra,
un diente de león que al soplarlo se dispersa
hacia direcciones inesperadas,
una rama que se extiende bajo las escaleras
y que debe ser cortada porque en ella
la realidad se derrama.
Alba
Su rostro será capaz de conjugar todos los nombres
y al verlo por primera vez,
un ave se pondrá de rodillas
y volará marcada con la sangre primigenia
ahuyentando de la caja de pandora
a los espectros ahogados,
para recibir en sus llamas a un sueño vívido
un cinco de diciembre a los veinte años.
Entonces, Eva se convertirá en el eco
que braman las llanuras
y los ojos podrán empañarse
carentes de viejos filtros,
de aquel amasijo surgirá una canción
como un naufragio al pie de una cuna.